El Sentir del Revolucionario: Justicia, Igualdad y Empatía

Secuestrados Estatales | Blog # 1

Sebastián "Pogo" Valencia

Es el esfuerzo constante por cambiar esta sociedad corrompida, desigual y profundamente dañada, con el fin de construir algo más justo, más humano, más libre.

Una verdadera revolución nace del compromiso con el oprimido, con quien ha sido históricamente excluido, con quienes no tienen voz en los discursos oficiales. Va mucho más allá de señalar lo que está mal: implica actuar, moverse, incomodar, pero también construir. La revolución genuina se hace desde el amor, la solidaridad y la empatía; es la voluntad de aliviar —aunque sea un poco— las múltiples formas de injusticia que atraviesan nuestras vidas y nuestros territorios.

Y entonces llega la segunda pregunta inevitable:

Muchas personas me han preguntado a lo largo de los años:

¿Que es una revolución?

Mi respuesta suele desentonar con la que ofrecen los medios de comunicación o los libros de historia oficiales.Para mí, una revolución no es sinónimo de violencia, muerte ni venganza.Tampoco se trata de imponer una idea por la fuerza o de cambiar de amos manteniendo intacto el sistema de opresión.La revolución, cuando es auténtica, es un ejercicio profundo de transformación colectiva.

¿Que es ser un revolucionario?

Recuerdo una frase de Ernesto “Che” Guevara que siempre me ha resonado: "El revolucionario es el eslabón más alto al que puede aspirar un ser humano." Más allá del personaje histórico o de las lecturas que se puedan hacer de él, hay en esa frase una verdad poderosa: ser revolucionario es comprometerse con algo que va más allá de uno mismo. Es tener hambre de justicia real, no esa “justicia” de tribunales que beneficia a los poderosos; es desear una igualdad que no sea solo una consigna, sino una forma de vida. Y, sobre todo, es rechazar esa versión desgastada de “Democracia” que muchas veces no hace más que domesticarnos, silenciarnos y hacernos creer que no hay alternativas.

Un revolucionario auténtico es aquel que puede sentir en carne propia la injusticia que sufre otra persona —aunque esté lejos, aunque no la conozca—. Es alguien que entiende que toda opresión, en cualquier parte del mundo, es también su problema. Que ningún ser humano, y ningún ser vivo, merece ser explotado, violentado o desechado como si su vida no valiera.

Quien no tiene esa capacidad de sentir por el otro, de conmoverse y actuar en consecuencia, difícilmente pueda llamarse revolucionario. Porque sin empatía, sin sensibilidad, sin amor profundo por la vida, no hay verdadera revolución posible.