
Bienvenidos a Brisbane: Repitiendo patrones al otro lado del mundo.
El Blog de Aleja | Blog # 2
Alejandra Tuberquia


Aquí estoy, escribiendo mi segundo blog, después de haber compartido el primero sobre mi experiencia en Australia y mi viaje a Colombia a inicios del 2025, blog que escribí mientras estaba internada en un “estudio clínico” que me pagaba por experimentar una nueva droga en mi cuerpo –pero eso es historia para otro blog, o quizá para una tarde con cervezas.
Regresé a Australia sin ingresos ni certezas: mi puesto en el restaurante del pueblo lo habían ocupado, estaba esperando respuesta del tribunal para saber si podría terminar mi diploma o debía irme del país, y traía conmigo la tusa emocional de haber sido consentida un mes por mi familia. Pasar de ese calorcito a la soledad del pueblo, a comunicar mis necesidades en un inglés básico, fue un golpe duro. La vida del migrante está hecha de decisiones que, aunque duelan, te empujan hacia nuevas experiencias.
Esa sensación de ahogo en el pecho, esa voz que dice “no es por aquí”, me ha acompañado tantas veces que ya no sé si es intuición o simplemente mi cuerpo reaccionando al deseo de escapar, dramáticamente, entre llanto y gritos. Y, sin embargo, cuando el tribunal falló a mi favor y una tarde de silencio en el pueblo me dio claridad, decidí irme a la ciudad más cercana: Brisbane. Esa decisión trajo rechazo, soledad y la despedida de una vida que había construido con esfuerzo. Porque migrar también es repetir patrones, enfrentar heridas viejas -aquí estoy huyendo de nuevo, luego de que había decidido permanecer- en escenarios nuevos.
Una tusa al otro lado del mundo, sin red de apoyo, dependiendo económicamente de mí misma, aprendiendo a conducir y buscando trabajos, no se lo deseo a nadie. Pero aquí estoy.
La comunicación: mi gran lección
Comunicación. Expresar emociones. Decir lo que siento. Dios mío, qué incómodo. Y aun así pasé 6 años de mi vida estudiándolo en la universidad. ¿Por qué nos atraen ciertas personas? ¿Qué parte de nuestro subconsciente busca aprobación en ellas? ¿Qué circunstancias cargan ellos mismos? La empatía, el amor, la fragilidad de crecer mientras se aprende de otras culturas. La escuela de la vida se vuelve más intensa, y así mismo debía de estar yo más centrada, ya no podía ver la Australia como lugar en el que se trabaja duro para no pensar, pero tampoco con la tranquilidad y el apaciguamiento que aprendí en el campo, era el momento de la acción, el carácter y la asertividad.
Porque no es solo el inglés, ni aprender a cocinar o estudiar mi diploma en gestión de proyectos, trabajar como mesera, conducir… es hablar incluso cuando tiembla la voz. Es tener el carácter para afrontar las consecuencias. Es preguntarse: “¿vale la pena invertir mi energía aquí?” y, si la respuesta es sí, entonces decidiré con amor y fuerza.
Migrar me ha enseñado que el dolor puede levantarme, que ser emocional no es debilidad, que puedo romantizar mi vida sin perder mi fuerza interna. Hoy soy migrante en Australia, mañana no sé. La incertidumbre está ahí, pero he aprendido a sobrellevarla con carácter, incluso cuando me toca llorar, incluso cuando debo accionar en medio del miedo.
El trabajo y el bienestar
Llegar a Brisbane fue llegar con miedo, repartiendo hojas de vida en cada restaurante, sin conocer a nadie, con un carro en el que invertí mis ahorros y que no sabía conducir. El único amigo que tenía se fue a Europa a seguir sus sueños. Terminé viviendo en una casa con chicos latinos que me vieron llorar, pero también compartir la magia de la comida. Porque eso sí: a través de la comida renace la comunión, la risa, el español que se me estaba apagando. Entre arepas improvisadas, tacos y clases de manejo tranquilas donde me golpeaba con todo, menos con otros carros o personas, empecé a sentir que no estaba sola.


El hospitality me ha dejado las piernas agotadas y el corazón a veces desesperado. Trabajar duro, darlo todo y aun así no siempre recibir lo que creo merecer me enseñó que la vida no funciona ni es tan justa como quisiera. Pero ahí descubrí algo más profundo: el bienestar no es comodidad, es enfoque.
El crecimiento no tiene por qué llegar solo a través del dolor, ni de que todo salga perfecto. Una palabra de consuelo, hacer pequeños emprendimientos, pertenecer a comunidades que me aportan conocimiento y fortalecer hábitos como alimentarme bien, respirar en la mañana y caminar bajo el sol (pero con protector solar) me ha dado más herramientas que mil gritos - gritos que aguanté en su momento mientras fui cocinera o aprendía a conducir en ingles-.


7 meses después estoy entendiendo algo simple y valioso. Crear hogar no es un lugar fijo, es comunicación, cuidado, creatividad. No se trata de perfección, sino de excelencia: enfocarme en abrir caminos, no en quejarme. Transformar la energía en movimiento, no en estancamiento.
Al final, vivir lejos de mi tierra me ha enseñado que no se trata de sobrevivir ni de acumular experiencias como trofeos. El verdadero viaje es escuchar el susurro interno, aunque se confunda con el ruido del miedo. Es reconocer que el hogar se construye en cada conversación sincera, virtual o presencial, en cada acto de cuidado, en cada paso, incluso sin saber si es el correcto.





